Cesare Festa, abogado genovés, primo de Giorgio Festa, “coltísimo e inteligente”, jefe del diario «Il Caffaro», "un corazón noble, generoso, lleno de vida y de lealtad", era uno de los exponentes sobresalientes de la masonería. En el 1921 decidió ver al Padre Pío. Después de un breve instante de silencio, el Padre Pío lo tomó de la mano, lo fijó en los ojos por largo tiempo y le contó la parábola del hijo pródigo. El abogado, confuso, se postró a sus pies. Llegado a Génova, el recién convertido dejó la masonería y entró en la Tercera Orden Franciscana. Visitó más veces al Padre Pío, que lo acogió entre sus hijos espirituales. El Padre Pío le escribió dos cartas con las que lo exhortó para que "no se ruborizara por Cristo y por sua doctrina" y para que fuera "cada vez más bueno", para agradar más al Divino Salvador (cfr. Epist.IV,712s.).